Todo empezó en un final,
cuando un puñado de hombres
(la mitad) olvidó a su otra mitad.
Primero sentía que algo le faltaba,
pero pronto el vacío / pudo suplantar,
por la luz de una pantalla / por otro vacío
colmando ese lugar.
Así el hombre se fue armando,
una coraza singular,
un capullo que le impide
volver a volar.
La naturaleza de la guerra es repentina.
Fulminante y discreta,
cristalina y voraz.
Una mañana se disfrazaron
los hombres con mentiras,
que hace tiempo decidieron aceptar.
Uno dijo: se acabó la guerra,
muchas bocas hay que alimentar;
seamos empresarios, dijo.
Otro: vamos a jugar.
Seamos éticos por cierto,
no olvidemos la amistad,
de los valores que vendemos
hagamos publicidad.
Así las fábricas crecieron
(nadie compra flores
demos algo / que quieran comprar:
moda, fama, bombas, mar;
no queremos ganar plata,
queremos su bienestar).
Los trabajadores nunca creyeron / en su trabajo,
sin embargo.
(Démosle fin de semana,
drogas, baile, sensación;
el trabajo te libera,
hace orgullosa a tu nación).
Entonces comenzaron,
eslabón por eslabón,
a esbozarse las cadenas
de esta íntima ficción.
Las guerras ya no existen,
dijo el hombre en su interior;
están lejos, lejos, lejos,
afirmó el televisor.
Los niños se hicieron grandes,
felices de su condición,
se encerraron en sus casas
a chatear con devoción.
(algunos niños no se hicieron,
porque la guerra aun estaba
lejos, lejos, lejos
entonces no importaba)
Vaya ser social que hemos logrado,
harto obediente el eslabón,
démosle un premio que le encanta
el espíritu de competición.
De la noche a la mañana
olvidaron la razón,
de haber venido al mundo
de haber sentido el sol.
Se olvidaron de los ríos,
las estrellas y el amor,
se olvidaron de la vida,
pero no así del dolor.
Porque la guerra es intima.
Porque creamos “seguridad”.
Una mitad se esta muriendo,
(no son solo palabras)
se esta muriendo de verdad.
Solo nos queda de consuelo
ese terrible espejo.
Esa mirada triste,
diciendo: lejos, lejos, lejos.
Confundido así el humano,
se integro con su antifaz,
ya nadie pudo reconocerlo,
ya nunca regresará.
(poema del libro "Semilla de sueños")
cuando un puñado de hombres
(la mitad) olvidó a su otra mitad.
Primero sentía que algo le faltaba,
pero pronto el vacío / pudo suplantar,
por la luz de una pantalla / por otro vacío
colmando ese lugar.
Así el hombre se fue armando,
una coraza singular,
un capullo que le impide
volver a volar.
La naturaleza de la guerra es repentina.
Fulminante y discreta,
cristalina y voraz.
Una mañana se disfrazaron
los hombres con mentiras,
que hace tiempo decidieron aceptar.
Uno dijo: se acabó la guerra,
muchas bocas hay que alimentar;
seamos empresarios, dijo.
Otro: vamos a jugar.
Seamos éticos por cierto,
no olvidemos la amistad,
de los valores que vendemos
hagamos publicidad.
Así las fábricas crecieron
(nadie compra flores
demos algo / que quieran comprar:
moda, fama, bombas, mar;
no queremos ganar plata,
queremos su bienestar).
Los trabajadores nunca creyeron / en su trabajo,
sin embargo.
(Démosle fin de semana,
drogas, baile, sensación;
el trabajo te libera,
hace orgullosa a tu nación).
Entonces comenzaron,
eslabón por eslabón,
a esbozarse las cadenas
de esta íntima ficción.
Las guerras ya no existen,
dijo el hombre en su interior;
están lejos, lejos, lejos,
afirmó el televisor.
Los niños se hicieron grandes,
felices de su condición,
se encerraron en sus casas
a chatear con devoción.
(algunos niños no se hicieron,
porque la guerra aun estaba
lejos, lejos, lejos
entonces no importaba)
Vaya ser social que hemos logrado,
harto obediente el eslabón,
démosle un premio que le encanta
el espíritu de competición.
De la noche a la mañana
olvidaron la razón,
de haber venido al mundo
de haber sentido el sol.
Se olvidaron de los ríos,
las estrellas y el amor,
se olvidaron de la vida,
pero no así del dolor.
Porque la guerra es intima.
Porque creamos “seguridad”.
Una mitad se esta muriendo,
(no son solo palabras)
se esta muriendo de verdad.
Solo nos queda de consuelo
ese terrible espejo.
Esa mirada triste,
diciendo: lejos, lejos, lejos.
Confundido así el humano,
se integro con su antifaz,
ya nadie pudo reconocerlo,
ya nunca regresará.
(poema del libro "Semilla de sueños")